Salon d'essayage (Un elogio de la alta costura)
A los medios de mayor alcance,
televisiones y revistas de masa, les gusta y les resulta cómodo
presentar la Haute Couture, la institución mayúscula que es en
París la alta costura, bajo la forma de un breve y muy excluxivo
carnaval de lujo, un fugaz intervalo de fantasía frívola para
millonarias ocupadas en descubrir como disfrazarse de millonarias.
Una temporada tras otra reaparecen los mismos clichés, chillones y
superlativos. Y héte aquí alineadas en primeras filas las
ultra-señoras inflexiblemente arregladas y dispuestas como en los
palcos imperiales de films de gladiadores, impresionantes a pesar o
quizás a causa de su anonimato; y héte aquí, famosísima en
cambio, la superstar norteamericana cada vez más rubia y cada vez
más pálida, con sus mega-gafas luctuosas, que llega circundada por
sus custodios con una buena hora de atraso; y héte aquí que en la
fulguración de los flashes pasan sobre el podio festivo trajes
irreales por lo lujosos o alucinantes a fuerza de falsa creatividad,
todas “cosas del otro mundo” para el público medio.
Con esta tosca y banal narrativa, los
medios no dejan que aparezca gran cosa, nada en verdad, de la
auténtica experiencia estética que puede llegar a ser un desfile
Couture. Además reduciendo la alta costura a semejante circo a la
vez pomposo y folclórico no permiten comprender siquiera remotamente
ni su esencia ni su razón de ser.
En realidad, detrás de todo el barullo
publicitario y más allá de cualquier discurso sobre la moda, el
punto central, el porqué de la Haute Couture, está en la relación,
rarísima, privilegiada, entre una mujer y un vestido. Existe un
círculo, muy restringido por cierto, de mujeres para las cuales
lejos de un sueño transcripto en imágenes digitales y visto solo en
las pantallas o en las páginas de la prensa adicta, la Haute
Couture es una realidad concreta. Para ellas la verdad del asunto
reside en la intimidad del salon d’essayage, el probador, espacio
couture por excelencia.
Esas sedes centrales del lujo que son
las maisons de couture han sido concebidas a una escala que debe
permitir que la cliente, supuesta vivir en casas igualmente
refinadas, pueda penetrar de inmediato en una ilusión de intimidad.
Pero, a diferencia del ámbito cotidiano, este es un lugar de
distensión pura. Reina aquí ese falso silencio que es el primer
gran lujo de los lugares de lujo, tranquilizador ya que nunca
absoluto, ni claustral ni clínico, en el que se insinúan,
oportunamente mitigados, los ecos lejanos de la ciudad, entre
indistintos y misteriosos fragmentos de conversaciones que por el
contexto uno imagina sofisticadas. La alta densidad de la moquette
modera no solo los pasos sino también los pensamientos. Las luces
son sabiamente suaves, lo cual probablemente explique que los altos
espejos operen con mayor benevolencia que en cualquier otro lugar.
Claro que no existen muchos lugares tan perfectamente agradables
sobre la faz del planeta – pero no viene al caso aquíinsistir
sobre este infortunio sociológico. El lujo permite alejarse de la
realidad común y la maison de couture cumple función de cápsula.
A cada etapa, de la elección del traje
a la prueba final, la clienta tiene por escolta una ‘vendeuse’,
personaje de la mayor importancia puesto que es cómplice y consejera
y a la vez vínculo con el taller donde se realiza la prenda probada.
Idealmente, además de riquísima, la clienta es una mujer informada,
creativa, con una personalidad afirmada, de aquellas que saben muy
bien non solo de qué cosas tienen ganas sino también que cosas
pueden permitirse y que cosas absolutamente no. Están además
abiertas a todas las novedades. De este modo, muchas clientas ideales
– ya que existen- devienen estilistas de sí mismas, readaptando el
vestido elegido a sus características y necesidades personales,
naturalmente bajo la mirada experta y autorizada de las diferentes
jerarquías de la maison. Lo que los medios masivos ignoran, o fingen
ignorar, es que los modelos presentados en los desfiles Haute
Couture, por sublimes y logrados que puedan ser en algunos casos,
valen sobre todo como punto de partida, como modelos justamente.
Sin duda el efecto más restrictivo del
sistema del prêt-à-porter ha sido el de imponer la noción de total
look a todos y cada uno de los consumidores y la convicción de que para “estar a la moda” ( concepto
por otra parte perfectamente fraudulento) es necesario no
diferenciarse ni siquiera en un mínimo detalle de las proposiciones
de lass marcas prevalentes. Todos los días saliendo a la calle uno no puede dejar de deplorar la uniformización que resulta de tal estrategia comercial. La alta costura, colmo del elitismo, practica el
opuesto exacto: cada traje es único, realizado según las exigencias
individuales de cada clienta para responder a sus fantasías
particulares, a su estilo de vida o aún a alguna ocasión especial,
sea ya gran gala, gran boda o gran alfombra roja.
Poder reinventarnos a través de un
traje nuevo es el acto placentero y liberatorio que explica nuestras
ganas de moda. Y eso es lo que tiene lugar en los salones de la
Couture. Y es por éso que resultará siempre absurdo anunciar, como
se hace a intervalos regulares, la muerte de la alta costura, siempre
inminente y nunca acacecida. La aspiración al lujo forma parte de la
historia de la humanidad, como atesta una infinidad de antiquísimas
reliquias, y no se extinguirá hasta que nosotros mismos y nuestra
supuesta civilización hayamos sido reemplazados por las cucarachas y
su propio lifestyle.
Entretanto y en este momento exacto
asegura la continuidad de la Couture toda una nueva generación de
clientas norteamericanas y una verdadera brigada de nuevísimas
millonarias rusas, indias y chinas entre otras procedencias
acaudaladas. Gracias a ellas no cesará la búsqueda de la perfección
ni se perderá la fabulosa tradición de alto artesanado sin la cual
no exisitiría la couture – y recíprocamente. Hay quien se
pregunta, perfidamente y en francés, si estas “nouvelles venues”
van a estar en medida de aferrar el secreto esencial de la couture,
de gozar de sus extremas sutilezas, o si en cambio se contentarán de
servirse de ella como emblema de la preeminencia social recientemente
adquirida, es decir como de la única panoplia apropiada para el
vertiginoso vértice de la pirámide.
No tienen en cuenta, las malas lenguas,
las aptitudes muy particulares que desarrolla una mujer entrada en la
cultura de la couture. Su gusto se afina y su mirada se agudiza y
luego descubre nuevos intercambios entre el cuerpo y el vestido. Nada
más fluído que el acostumbrarse a llevar estas prendas por lo
general literalmente extraordinarias y el aprender a moverse en el
proprio cuerpo con un repertorio gestual inédito. Lo de 'hecho a
medida' no es por cierto una fórmula vana; significa que se ha
tenido en cuenta de cada particularidad física, incluídas las que
podrían parecer irrelevantes y también todos los posibles indicios
exteriores de la personalidad. Ni es un cliché lo de 'segunda
piel': el vestido es concebido como tal, aún cuando se trate de un
abrigo y en el uso funciona así.
La expresión ' como un guante' que
denota lo que nos queda perfecto encuentra en la alta costura su
validación plena . La clienta no tarda en saberlo, sentirlo,
vivirlo. Mas allá del efecto visual de maravilla, la couture crea la
impresión de un cuerpo a la vez flexible y contenido por el traje,
tal cual la mano enguantada. En el salón de pruebas, todo está
hecho para dar vida a la ilusión de una estampa, una allure,
estilizada fatto per dar vita all¹illusione di un¹allure
stilizzata, para atenuar los defectos y potenciar las virtudes, para
corregir, mejorar, exaltar; para llegar en suma lo más cerca posible
de una suerte de ideal. La clienta no tarda en enterarse y
apreciarlo.
No es casual si en otros tiempos los
modelos de la alta costura llevaban todos un nombre, ya que al fin y
al cabo cada uno cuenta o nos lleva a contarnos una historia. Las
cuales, diferentes según quienes las narren, tendrán sin embargo
como invariable hilo conductor la continua reinvención de la
feminidad, plural e impredecible. Es el delicioso relato que se
construye en permanencia en los salones d¹essayage. En este punto y
para concluir la comedia que tiene por protagonista a una mujer en un
vestido de lujo, no queda sino ponerse de pie para proceder a la
debida ovación.