Javier Arroyuelo / Un día y después otro

Thursday, May 11, 2017



Hoy fue todo y fue más que todo y fue el punto donde todo empieza.

Volvimos a saberlo: como todas las formas del amor,
también la historia está hecha de cuerpos de los que dependemos.

Hubo hoy tantos de ellos, tal multitud crecida en asombro ante su propia magnitud
que, en el pecho, el agradecimiento por este día contarse entre ellos
se agrandaba con la potencia reiterada de un oleaje.

Cuando los cuerpos recuerdan sus vidas, en ese cuento están
a la vez que los cuerpos queridos
aquellos de un momento en el camino, que no tuvieron nombre y ya no tienen cara, pero que son presencia y testimonio.

Cada cuerpo, y el mío al mismo paso, por las calles de la ciudad política
traídos por la antigua urgencia humana de juntarse
para escuchar en las otras voces lo que la propia boca está
bramando-invocando-riendo-anunciando.

Veníamos a mucho, los cuerpos todos con todas sus cabezas.
Veníamos, creo, a dar vuelta algo,
no todo el mundo, como ya tantas veces,
sino, como otras tantas veces también,
algo que si no era dado vuelta no nos dejaría vivir.
Literalmente.

Veníamos los cuerpos a ponernos y a ponernos a decir
que están aquí y aquí se quedarán, palpables en el aire entre nosotros
las presencias de aquellas y aquellos a quienes no se dejó que dejaran
aquel testimonio irrefutable de lo que habían sido sus vidas,
sus cuerpos.