Javier Arroyuelo / Un día y después otro

Tuesday, August 9, 2011

Vértigo de las modas



Según me dicen, la moda marea. A un ritmo que a muchos les resulta demasiado acelerado, no cesa de configurar imágenes potentes y brillantes pero discordantes y embrolladas. Y apenas ha emitido una, ya con otra nueva la desautoriza, como un caleidoscopio incontrolado.
Aturdimiento, apremio, ansiedad; la impresión, por cierto, se me ocurre justa. Es todo un vértigo. Lo que sin embargo me parece erróneo es atribuirlo a la moda en singular, a una moda una y única, indivisa y suprema, ordenada desde vaya a saberse cuales altas esferas. Hace ya largo tiempo que La Moda, con mayúsculas institucionales quedó desactualizada. Hoy el fenómeno es otro, no hay una sino múltiples modas. Pero para comprender el presente, es necesario interrogar el pasado.
Desde los años Veinte y por largas décadas, se estableció y se mantuvo firme la convención según la cual, dos veces al año, en ocasión de la presentación en París de las colecciones de la haute couture, era lanzada la moda de la temporada, supuesta permanecer vigente hasta su inevitable y puntual reemplazo la temporada siguiente. La moda es lo que pasa de moda, decía Jean Cocteau. Las grandes tiendas del mundo entero y algunas boutiques y talleres calificados compraban los derechos exclusivos de reproducción de tal o cual prototipo. Así se difundía por el planeta la moda del momento y se garantizaba que todo el mundo la llevara puesta. Pero ¿ qué era lo que cambiaba? ¿Que era lo que marcaba la diferencia? Simplemente, la silueta. Signo gráfico fundamental que resume con extrema concisión y sugestiva instantaneidad la pauta física prevalente en un momento dado: la garçonne de los Veinte escueta, dinámica, andrógina; las curvas satinadas, alargadas de los Treinta; el New Look, el tailleur Chanel, el vestido bolsa o aún la minifalda. Hasta los años Setenta las siluetas se sucedieron, dispares en sus formas pero análogas en su esencia: se respetó hasta allí la jerarquía estética burguesa coronada por el concepto de elegancia. Pero intervinieron entonces dos fenómenos clave, ligados entre sí: por un lado, la irrupción del gusto y las opciones de los jóvenes en la cultura y en el mercado y por otro, en el campo específico de la moda la aparición del prêt-à-porter, nuevo sistema de producción que pondría auténticos productos de moda, garantizados tales por la marca prestigiosa, al alcance de un gran número de gente. La moda, hasta entonces reservada a las clases pudientes como placer, como privilegio, como signo interior de pertenencia y como signo exterior de preeminencia, iba en camino de convertirse en un fenómeno masivo. Llegó así en los años Ochenta a lo que pareció entonces un ápice. La Moda se puso de moda. La prensa de entretenimiento y la televisión comenzaron a mostrarla y tratarla como un fenómeno pop, al mismo nivel que el cine, el rock y los deportes-espectáculo. Las maniquíes se transformaron en supermodels y los diseñadores en celebridades. Y las celebridades de otras áreas vinieron hacia la moda no solo para cubrirse con su brillos sino también para tener alguna porción de la torta, ya que se había convertido en un negocio espectacular. Cuando culminaba el siglo XX, grandes conglomerados habían absorbido, una tras otra, las marcas de mayor éxito, mientras se formaban compañías cuyos métodos de producción permitían reproducir y poner en venta en tiempos cortísimos cualquier tendencia confirmada, cualquier estilo con arrastre. Entretanto, a través de Internet, un público global, mucho más vasto de lo que se podía haber sospechado, accedía al corazón de la industria, en los sitios de las marcas y de las revistas o participando en directo de las semanas de colecciones y de la fabricación de las campañas publicitarias. Todo el asunto poco y nada tenía que ver con las minucias de los años Cincuenta entre Monsieur Dior, Monsieur Balenciaga y Mademoiselle Chanel. Llevada por el ímpetu del consumismo que hace de ella su fetiche máximo, hoy la moda es muchas modas, para todo el mundo, para todos los gustos. En producción permanente y difusión inmediata. De ahí la sensación de vértigo. Hay demasiada moda. Lo lindo y lo dudoso, lo bien pensado y lo zarpado, lo sublime y lo grotesco van de la mano. Ejemplo terminal : las preciosas princesas de la pop, las Beyoncé, las Rihanna, que oscilan indiferentes entre lo chic y lo chillón. Estupendas una noche, estridentes al día siguiente. No las guía una ambición estética sino la obsesión de lo nuevo. Exactamente como sus fans, las stars son trendies, seguidoras enceguecidas de cualquier tendencia que las sorprenda desde el espejo. Las divas encarnan y expresan los deseos y las ansiedades de la mayoría. Pocos ya están dispuestos a vestirse según altivos códigos de elegancia. La elegancia es un concepto del pasado, un dogma de clase vinculado a la austeridad y a la disciplina. Ha sido reemplazada por el glamour, valor plebeyo y placentero al alcance de todos, que mezcla lo sexual, lo divertido y lo ambiguo.
Pero este exceso de modas, lejos de confundir, debería por el contrario facilitar las opciones personales de cada cual. Nada más sencillo que poder elegir, de entre la tan amplia oferta, lo que a uno le va, lo que a uno le conviene, lo que a uno le sienta. Es una libertad inédita desde que la moda existe. Me visto como quiero. De modo más general, quién, como este autor, observa y comenta por oficio los fenómenos de moda no puede dejar de suponer que en algún punto tanta profusión, tanto desborde llevarán, como todo exceso, a su exacto contrario, que el frenesí irá atenuándose o quizás la burbuja estalle de repente y que, una vez recuperado un cierto sentido común, se redescubra la posibilidad de vivir con mucha menos ropa en los placards.
La moda es un espejo inmediato de la sociedad, de sus ambiciones, de sus inquietudes, de sus logros y sus limitaciones. Antes que alarmarse por el estado de desborde en que se encuentra corresponde interrogarse sobre la configuración social y cultural que se lo permite. Quizás allí y entonces sí haya razones para sentir vértigo.
© JAVIER ARROYUELO 2011 .
PUBLICADO EN GALERA Nº 27,AGOSTO 2011 / BUENOS AIRES