Javier Arroyuelo / Un día y después otro

Friday, February 27, 2009

El arte de vivir el verano ( Noviembre 2008)

Templado o tórrido ? ¿ Mar o sierra ? ¿ Acá o afuera ? Aunque las opciones climáticas y geográficas parezcan esenciales, la gran disyuntiva del verano no consiste en decidir donde disfrutarlo. Ante todo, lo que cuenta es la manera en que se elija vivirlo.
La alternativa definitoria, la pregunta del millón, es: ¿ verano estúpido o verano inteligente ? A quienes muy sueltos y alegres se inclinan por la primera opción, el frenesí del consumismo ofrece incontables propuestas. Nuestra sociedad venera el entretenimiento; lo ha elevado entre sus valores supremos y lo ha convertido en un parámetro esencial para medir la calidad de vida propia y ajena. Nada más preciado que el ‘pasarla bien’ – en el bar pero también en la oficina, en el recreo y en clase, en los dance clubs igual que en los velorios.‘Pasarla bien’ es un deporte sin el menor riesgo: equivale a hacer surf sobre la superficie ideal de un tiempo liso y sin obstáculos, deslizándose como un autómata de un instante al siguiente, llevado por la marea de la pavada programada.
Los períodos de vacaciones exacerban la manía del ‘divertirse’, que en el verano cobra su punto extremo de virulencia. No se tolera el más mínimo compromiso con la realidad – ni con la fantasía de alto vuelo. Se busca la satisfacción inmediata e instantánea de los sentidos, al nivel más básico, necesariamente en medio de una agitación continua. Semejante programa no permite, paradojalmente, un solo instante de descanso: se reingresa a la rutina diaria más exhausto –y no digamos ya vacío- que al partir.
Por fortuna existen en paralelo también muchas posibilidades para hacer de la pausa del verano una ocasión rica, significativa. Hay un secreto en la continuidad –hecha de cambios- de las estaciones, que nunca acabamos de descifrar porque es el secreto de la vida misma. El verano, con su regalo de tiempo libre, nos da la oportunidad de interrogarlo y a la vez de percibirlo en cada instante que pasa. Por el sol que brilla o por la lluvia que refresca, por los días desmesurados o las noches misteriosas, todos los instantes de la estación nos parecen tan suculentos como sus frutas características.
Pero no basta con vivir sensaciones, aún cuando es a fondo. Es imprescindible buscarles un sentido. Que se lo encuentre o no, o que aparezcan muchos, es lo de menos. Lo que sí vale en cambio es el estado de alerta permanente ante el fluir de las cosas. Y así, no dejar nuncade practicar, perfeccionar o iniciarse, según el caso de cada uno, en el arte de vivir lo mejor posible. Y para ello, están los libros que nos ayudan a aprender cómo. Los queridos libros donde la vida no se parece a lo que es sino a lo que debería ser.
En las horas de diciembre a marzo, tan propicias para el reposo fértil y el deleite conciente, nunca debería faltarnos un libro cerca. La biblioteca del verano merece un lugar de privilegio en las valijas. Muy obviamente indicadas para embarcarse en un verano ideal son las inagotables Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, nuevas a cada relectura, surgidas no por casualidad de un paseo en bote en una tarde inglesa de julio y que arrancan de un instante de sopor al sol. Perfectas por supuesto para adormecerse en la hamaca a la sombra y soñar nuestras maravillas propias.
Y luego, aprovechando la anchura de los días, irse a explorar obras y autores. Cada cual encontrará los suyos. Aunque pareciera inevitable volver puntualmente a Marcel Proust o a La guerra y la paz o a Silvina Ocampo o al Makura no Soshi, el Libro de la Almohada de la dama Sei Shonagon.
En Europa los veranos rebosan de festivales de teatro, de recitales y de conciertos. Se espera a que caiga la tarde inextinguible para que suban los telones – imaginarios a menudo, ya que la mayoría de los espectáculos tienen lugar al aire libre, en anfiteatros, en parques, en las plazas de los centros históricos. De la playa a Mozart con solo una ducha de por medio.
Sí, el verano puede ser algo sencillo y exquisito, civilizado o sea elegante, sereno y reflexivo, o sea inteligente. Alimentar el espíritu y pensar con la calma que a menudo no tenemos en la vida activa no son tareas reñidas con el entretenimiento auténtico.
Ni con los cuidados físicos. Los meses al sol son por supuesto los mas favorables para hacerse cargo del cuerpo que uno lleva consigo y para constatar que lo que es bueno para ése cuerpo lo es también para el espíritu que lo anima. Las caricias del agua, la ropa ligera y sin pretensiones, la satisfacción deportiva son pequeños grandes placeres que sostienen nuestro bienestar total.
Seguramente la clave principal del equilibrio que todos buscamos está en el contacto armónico con la natualeza, con los seres vivos, con los otros y con aquello que uno conoce de uno mismo, muy lejos del narcisismo narcótico que promociona la narrativa consumista.
Huir del ruido y de la guaranguería del verano-espectáculo no es por cierto fácil pero de ningún modo imposible. Basta con ignorar la prensa chatarra que lo promueve e impedir que el radar personal registre a las multitudes adictas al ‘summer party’. La visión es malsana.
Supuesta fiesta, hecha de fantasías insoladas y noches de exceso, desnudos de boliche y bronceados de rotisería, el verano descerebrado es un producto vendido en el mundo entero a toda una pobre gente por cuyas cabezas el aire circula muy a sus anchas.
Arrebato desconectado del resto del año, es una burbuja– ¡el delirio de Ibiza!¡las follies de Miami!¡la fiesta de Punta del Este!- que hay que saturar en permanencia de vacuidades. Y es todo un desfile de pseudo-escándalos miserables, siempre en torno a la consabida trilogía sexo-dinero-droga: las lolas de la aristócrata española, el pito del ministro italiano, los estrépitos de algún futbolista intoxicado. Nada por lo que valga la pena levantar siquiera un milímetro los anteojos de sol.
Uno mientras tanto, cerca de una piscina amiga, en alguna playa escondida, en un rincón de campo, estará tratando de aprender con toda sencillez el arte de vivir el verano – y las otras tres estaciones también.