Detalles
Preocuparse
por la estética de la cotidianeidad, ocuparse de embellecer la vida
diaria, no es solo una tarea grata; sirve también de antídoto,
suave pero eficaz, contra el escepticismo que ése mismo cotidiano,
tal como lo viven millones de seres humanos y como nos lo transmiten
los medios, puede despertar en uno. Vale la pena señalarlo en un
momento en el que los bienpensants de todo sector querrían que
incluso los tacos aguja transmitieran una cierta solemnidad - o
quizás más radicalmente preferirían verlos desaparacer. Y en
cambio no. En cambio los tacos aguja existen para hacer mas hermosas
a las mujeres que los llevan y crear la ilusión de que la vida puede
parecerse aunque no sea mas que por un instante a una sofisticada
comedia del Hollywood de los años de oro. Y nos importa un pito ser
juzgados políticamente incorrectos. De hecho, la moda de lo
políticamente correcto es una de las más copiosas fuentes de
contaminacion del cotidiano a nivel estético.
¿Que
los tacos aguja son solo un detalle? Justamente. Para quién se
preocupa de estilo, todo o casi todo es cuestión de detalles. Se
trata de un precepto de base, sabido y consabido y puesto en práctica
a cada instante por las celosas brigadas de los fashionantes, para
quienes tiene valor de sacramento. El estilo, se sabe, non es una
propiedad innata sino mas bien una vocación y la búsqueda del
detalle es una de sus primeras manifestaciones, como recordarán
perfectamente todas las ex-niñas que, adictas precoces a la moda, se
hacían un deber cada mañana de encontar la particularidad que las
haría sentirse distintas en su uniforme del colegio. En la
construcción de un estilo lo que cuenta antes que todo es la suma de
diferencias establecidas entre los otros y uno mismo. Ya que
genéticamente cada uno de nosotros es único, lo lógico es que esta
diversidad intrínseca se manifieste igualmente en la apariencia
externa. Señalar la propria personalidad través del
look es, además de una forma inocua de narcisismo, una escapatoria a
la tétrica banalidad. Felizmente, muchas veces basta apenas un
detalle para lograrlo. Un abanico, un brazalete al tobillo, un traje
de hombre a rayas sobre la piel desnuda, hombros desnudos o cubiertos
por una estola, nada de maquillaje pero la boca roja, nada de
maquillaje salvo un exceso de rimmel, el escote cuadrado de una
petite robe noire sobre la piel bronceada, un bolero de Alaïa de
cuero ajouré, l'alianza pendenciera de botas altas y
minifalda, una flor en la oreja como las andaluzas.
Muy
oportunamente, el cuerpo humano se presenta como un terreno propicio
para la distribución de detalles de la cabeza a los pies. La
operación, naturalmente, ha de efectuarse con la notoria debida
cautela. No existe un delator más cruel que un detalle equivocado.
Cualquier tatuaje, cualquier piercing, un incisivo de oro o
incrustado de un diamante son ejemplos de lo que los franceses llaman
le détail qui tue, a menos que sean llevados por razones
estrictamente profesionales, como en el caso de los rappers, la
strip-teaseuse o los malos de las peliculas de acción. Y ni
siquiera. Porque una vez que se abandone la carrera artitica, quedará
para siempre aquel incómodo testigo de un momento de perdición
kitsch. Hay límites dentro de los cuales cabe expresar la propia
originalidad y no está dado a todo el mundo el hacerlo con la
pericia, la fe y sobretodo la fertilidad de una Anna Piaggi, cuyo
estilo único e irrepetible es el resultado de una acumulación de
detalles rica y siempre renovada.
Cuando
el común de los mortales decide darse un toque que los singularice,
tienden a hacerlo en la cabeza. La coloración del pelo es el método
más popular para destacarse del resto. Desafortunadamente, sobretodo
para quiénes los vemos, los adeptos a la melena arcoiris se han
vuelto una tal multitud que ellos mismos por su número vuelven
imposible esa exclusividad, esa distinción, a la que aspiran. No hay
hoy por hoy peinado estrámbotico ni corte de vanguardia que sean una
garantía de originalidad. Todos los días compartimos el viaje
en subte con numerosas Medusas bajo shock eléctrico. Sigue siempre
viva también la moda del pelo muerto, lavado muy de vez en cuando o
deliberatamente mantenido en estado de coma, a menudo asociado –en
los hombres- a una suerte de semi-barba, aparentemente peinada
con las uñas. El desaseo, el desaliño, la semi-roña son la opción
preferida por la franja politically correct. No tienen el impacto que
pretenden. Para deslumbrar a la mirada contemporánea son necesarias
estrategias más sutiles y más audaces.
El
sombrero sigue siendo un detalle de máximo efecto, siempre que no se
recurra, claro está, al abusado gorro de béisbol puesto al revés.
Pero de la boina vasca à la Juliette Man Ray en adelante todo lo que
cubra la cabeza puede servir de señal muy personal. La cabeza
vestida tiene siempre algo aristocrático. Entre guayabas, papayas,
ignames y mandioca, las señoras africanas que hacen sus compras en
los mercados de ciertos de París, capital de la moda, parecen
princesas, llenas de glamour, en sus boubous de colores de golosina,
coronadas por turbantes siempre diferentes y siempre estupendos. El
baúl de lo étnico es el proveedor de detalles más rico y seguro
con que se pueda soñar: telas indias, cruces rusas, pantuflas
orientales, bolsos bordados, chales, moños, cinturones, la China,
Sudamérica, Moldavia, las Puglie – el planeta es una inmensa
boutique de accesorios.
Y
está luego en una categoría especial la joya étnica, sin duda el
más exacto de los detalles exactos. Es incalculable el número de
vidas transformadas para mejor gracias a un par de aros de oro
mejicanos, un collar gitano de ámbar, una cascada sonora de pulseras
africanas. Los puños y las manos son una zona esencial en la
estrategia del detalle. Por unas cuantas generaciones el cigarrillo
fue un accesorio indispensable; manipulado por Bette Davis un
instrumento de glamour potente. Como lo fueron en su momento las
gafas oscuras llevadas con terquedad las veinticuatro ore del día o
el perros en brazos de la señora rica, haciendo juego con la
cartera. Detalles todos que el tempo, implacable, ha desautorizado.
En
cambio el ‘total look’ en denim – chaqueta y pantalón blue
jeans, idealmente con botas- continúa a paracernos una muy buena
idea. Pero aquí lo justo del detalle no depende de las prendas sino
de la personalidad de quién las lleva. A los sesenta años Marlene
Dietrich lo lucía con un panache glorioso.
Last
but not least: el celular, ¿hace falta decirlo?, no es un detalle
ganador (por caro que te haya costado y por precioso que te parezca)
y se lo saca del bolsillo o de la cartera solamente en circunstancias
de extrema necesidad.
Publicado originalmente en Vogue Italia, 2002 Traducido del italiano y adaptado por el autor
©Javier Arroyuelo 2013